domingo, 7 de junio de 2009

Entre lo chulo y lo chungo

Real Academia de la Lengua Española
arte.
(Del lat. ars, artis, y este calco del gr. τέχνη).
1. amb. Virtud, disposición y habilidad para hacer algo.
2. amb. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
3. amb. Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo.

Tras un breve concepto explicativo, cabe suponer que puede considerarse arte a todo aquel artilugio, físico o idealizado, que un ente humano ( o a veces por instinto animal) es capaz de desarrollar y mostrar a su entorno como objeto decorativo o utilitario.
La pretensión de este artículo es mostrar, sin más ánimo que el puramente instructivo y divulgativo, una pequeña parcela del mundo denominado artístico muchas veces relegado al olvido y otras realzado a lo más sublime de la estética.
Sin hacer mención al ámbito religioso, o en este caso consumista, del que procede este fascículo de una larga serie de objetos que completan el cortejo y misterio de la borriquita sevillana, habría que estudiar los por qués de este seriado cofrade. Es bien sabido la gran acogida que en la provincia de Sevilla tiene todo souvenir proveniente de la Semana Santa. El precedente físico de esta miniatura no es otra que el paso de “La Borriquita” de la capital.
Pero el objetivo de esta sección no es buscar los antecedentes de la obra comentada, sino encontrar los consecuentes y repercusiones que este tipo de “estatuilla” tienen sobre el impacto visual que en muchos de los hogares tendrá. Hay que recordar que en el futuro podrá convertirse en objeto de culto retro, tan en boga en los últimos tiempos, asemejado a la colección de dedales pintados o quizá colocado sobre el televisor, cual gitana o toro ya tipificados para el colectivo español. Si nos centrásemos en los aspectos técnicos y formales, ¿carece de valor artístico o sus incompletos acabados se perfilan ya por su efímera perdurabilidad? Para descubrirlo sería interesante preguntar a la masa de trabajadores asiáticos que usan acrílico y pincel y un poco de pan de oro (dicen) para dar esa espectacular simetría de tonalidades a la pequeña gran obra.
No se trata de desvalorizar, ni mucho menos menospreciar, la encomiable labor de aquellos proletarios, tampoco del gran artífice, creativo publicitario, sino más bien vanagloriar el que aún en un mercado capaz de desechar grandes eventos culturales, capaz de banalizar con sensibilidades, un medio tenga la destreza de sacar al mercado este tipo objetos, además seriados, como si de una serie litográfica se tratase.
Cabe esperar unos años, puede que un día nos encontremos con una serie de estos en museos, el MOMA de Nueva York quizá realice una exposición antológica del neobarroco español, y sintamos con orgullo el diseño artístico realizado en nuestro país en nuestra era.

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